El oído y el equilibrio
El oído y el equilibrio.
Son sentidos muy diferentes. Se encuentran ambos en
el oído, que es también un órgano muy complejo, sobre
todo la parte interna, es decir, lo que llamamos el oído
medio e interno. En este último se encuentran los receptores,
encerrados en una bolsa de membrana que está rellena de un
líquido parecido al suero sanguíneo, y que recibe el nombre
de LABERINTO MEMBRANOSO.
El sonido es un movimiento de las moléculas
que forman el aire, como una vibración de partículas.
Por esta razón el sonido no se transmite en el espacio
que está vacío y por eso, también, los sonidos cambian
tanto cuando hablas bajo el agua, porque ahí lo que se
mueven son las moléculas de agua. Esa vibración entra por
el pabellón auditivo, la oreja, y llega hasta el tímpano
que vibra como si fuera un tambor, transmitiendo la vibración
hasta los huesecillos que, a su vez, la transmiten hasta el
laberinto, estimulando a los receptores.
Los huesecillos -los más pequeños de nuestro organismo-
están situados en el llamado OÍDO MEDIO, que se comunica
con la faringe a través de un conducto llamado la TROMPA
DE EUSTAQUIO, y son tres: el MARTILLO, el YUNQUE y el ESTRIBO.
La TROMPA DE EUSTAQUIO es la responsable de algunos
fenómenos curiosos de nuestro oído; por ejemplo, de
que oigamos nuestra voz desde dentro, y no por los oídos,
cosa que habrás notado cuando escuchas tu voz grabada y no
eres capaz de reconocerte porque en ese momento estás
escuchando tu voz desde fuera, por los oídos. También
produce el efecto de destaponar nuestros oídos cuando
se taponan por efecto de la presión, por ejemplo al
bucear o al viajar en avión.
El sentido del equilibrio se debe a la existencia
de otros receptores diferentes en el laberinto. Unos
son los encargados de detectar nuestra posición en el
espacio cuando estamos quietos, es decir, si estamos de
pie, sentados o agachados, rectos o inclinados, boca
arriba o boca abajo, pero quietos. Es lo que llamamos
el EQUILIBRIO ESTÁTICO.
Otros receptores del equilibrio nos permiten desplazarnos
por el espacio sin caernos, andar o bailar, montar en
bicicleta, correr o nadar. Forman el EQUILIBRIO DINÁMICO,
que se encuentra en los canales semicirculares del laberinto.
Estos receptores son los responsables de que nos mareemos cuando
damos vueltas muy deprisa.
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